miércoles, 15 de mayo de 2013

Zona Gratificante

Una de las anomalías humanas, en la perseverancia de sus actos, se concentra en la zona gratificante. La explicación es sencilla a la vez que complicada. Coloca tu cuerpo en medio de una calle larga de cualquier ciudad en la que residas, durante las cuatro de la mañana; levanta la cabeza, mira por delante tuyo y por detrás, observando lo solitario que nos encontramos y lo extraño que resulta estar rodeado de millones de personas durmiendo. Una situación de grandeza y poder mental, experimentado bajo el destello incesante de una luna, que a veces se mueve y otras tantas queda paralizada, por el entusiasmo de éstos insignificantes organismos que deambulan de forma desigual y desordenada.

La capacidad que nos otorga la madre naturaleza queda distorsionada, sin duda, el asfalto sustituye a la tierra honorosa de nuestro nacimiento. Los árboles, encarcelados en pequeños cuadrados adoquinados, luchan bajo tierra para que sus raíces puedan llegar a succionar un mililitro cúbico de agua. Los caballos y "burros", éstos último merecen una mención especial, sustituidos por carruajes metálicos con ruedas, en cuyo interior mecánico se esconde la esencia del poder de los caballos y de su fastuosa energía para el desplazamiento y las personas almacenan al burro en peligro de extinción.

¿Que negligencia mental acontece durante una larga noche de observación territorial de una gran ciudad? Difícil contestación, fácil interpretación, imposible de comprensión. Quizás Don Quijote de la Mancha, en su mundo subyacente, encontró en el delirio, su fascinante aventura y su interpretación de la realidad. Una realidad llena de cemento armado y desalmados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario