viernes, 2 de mayo de 2014

No es cierto...

De la luz ensimismada que recorre tu cerebro, recogiendo el espectro inaccesible de todas tus demandas. Los sufrimientos que padeces,  padecidos por tus ancestros. En la contigua confluencia ajena a tu mundo perfecto, he aquí, la prosperidad inadvertida; la de tu propia desacelaración.

En las marismas más profundas, recoge el egoismo propio del extranjero. Ajeno a la cultura que le rodea, se ciega una y otra vez, en lo que posee. En sus bienes pulcros y bien cuidados, descuidando a los de su alrededor. El mismo enemigo dentro de su cuerpo, ni él mismo es consciente de su ardor, malhumorado, en decrecimiento decrépito.

En sus andanzas, mil veces mal entendidas, no tiene en cuenta la persuasión valorada de su no inocencia, encontrando las excusas más exhaustivas y culpando a los demás de su propia desdicha. Peleando con mil dragones de daga oscura; cuál caballero mediaval, montando a su caballo más poderoso, clavando espadas dolorosas, llenas de sangre y vacías de clemencia. De como sus puños agrietados por el dolor de haber vivido en un pozo oscuro. Esa oscuridad, de la que uno no logra nunca escapar, aprendió a evadirse utilizando la energía de las otras personas. En el pozo oscuro se aprende la humildad, la valoración, la tenacidad, la comprensión... pero en caso contrario se genera la ira, el descontrol, la desaprobación hacia los demás. Y cuando el pozo oscuro te absorve y das la espalda aquello por lo que luchabas, en ese instante, el aprendizaje se convierte en odio negro.

En todos los confines del mundo, incluso, en cualquier lugar del cosmos universal, siempre hay un pozo oscuro y profundo, preparado para engullirte.

Aquí en estas líneas, el pozo de agua transparente indica el camino, aquí se acaba el egoísmo y empieza la cristalinidad de lo limpio, que algún día se volverá cienaga.


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